Los pomos de las puertas cada día estaban más a su altura pero aún le costaba tirar de ellos para abrirlas.
Una vez que estas estaban de par en par y le permitieron observar todo el contenido, tiró cuidadosamente de la bolita que abría uno de los cajones y sacó unos preciosos guantes de piel

Eligió un sombrero, cogió un pintalabios e intentó no salirse de los límites,

Entonces oyó un coche. Su madre habia vuelto, seguro que habia olvidado algo. Cuando, con las prisas, intento volver a poner todo en su sitio, tropezó y el lio entre tacones y alfombra hizo que cayera y la puerta del armario le hiciera una brecha en la frente. Lloró y lloró, hasta que subió su madre y vio que la sangre se mezclaba con el pintalabios. La cogió en brazos y la llevó corriendo al hospital.
Hoy tiene una pequeña marca en la frente que suele taparse con el flequillo y se cuida mucho de cuando y donde usar ese tipo de zapatos que son, sin duda, los que mejor le sientan, pero aún tiene un poco de miedo a poder caerse desde lo que pensaba que era tan alto. Sabe que sus pies ahora los llenan pero que las alfombras siguen colocadas en las casas y son traicioneras, a veces.
Por eso no acaba de confiar. Pero se siente bien con ellos y cada vez que los usa no puede evitar recordar esa imagen que veía en el espejo con apenas 6 o 7 años.